Escribo estas líneas cuando todavía está reciente la noticia del asesinato de Charlie Kirk en una Universidad de Utah. Ni tenía idea de su existencia. No conocía nada de este chaval hasta la noticia que ha dado la vuelta al ecosistema mediático. Sólo he podido comprobar como en redes sociales se ha justificado desde muchos comentarios el desenlace de este chico que deja huérfano a dos niños pequeños y una viuda jovencísima. No me interesa saber lo que decía, ni lo que pensaba, es que me da igual. Es que ningún pensamiento puede ser motivo para el asesinato. Y mucho menos pensar “que se lo ha buscado” como algunos han afirmado. Estamos en el siglo XXI y pensar distinto no puede ser causa para matar a nadie.
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